Gracias Dios, por dejarme tocarte.

Queridos todos, 

Anoche di un masaje a mis 3 hijos. Era de noche, no hicimos más plan durante todo el día que estar en casa, descansando de tanto movimiento de los días anteriores. Nos queda una semana para volver a Madrid y como siempre pasa, dejamos planes para el final. 

                                                        

Me lo pidió Candela, busqué el aceite de almendras, extendí una toalla en el suelo, un cojín para que apoyaran la cabeza, ventana abierta para que entrara el fresquito, luces tenues, promesa de no hablar y música maravillosa, como si se tratara de un auténtico masaje profesional. De hecho, se trataba de un auténtico masaje profesional. 

Damos por hecho muchas veces de que por ser niños, tienen sólo botón de encendido y apagado. 

Por turnos, habíamos adjudicado el orden en una partida de La Oca. Pía, la primera, se sujetaba los párpados con sus deditos, era la primera vez que recibía un masaje así en todo su cuerpo, salvo de bebé. Lo primero que me dijo, cuando terminé: Mamá, déjame que te haga yo uno ahora a ti. Así es ella.

Después Candela. Y Pía, mientras, buscó una madriguera en la alfombra y se durmió, acurrucada en un ovillo de piernas y brazos. Candela es una mezcla de osezno y mastín leonés, grande, niña, fuerte, entregada, pequeña, amorosa a escondidas... Pide más, como hermana mayor, porque si no lo hace, no siempre recibe todo lo que siente que necesita.

Pipo había perdido esa partida, en otras nos da una paliza. Espera sus tiempos sabio, juega mientras en el aire con sus dedos, siempre lo hace. Ve cosas y se las guarda, aunque algunas cuenta. Y entonces, cuando le toqué, al sentir su piel bajo mis dedos, me recorrió un tierno y emocionado escalofrío. Pensé, casi en alto: Gracias, Dios, por dejarme tocarte. 

Hace un año tuvimos la oportunidad de volver y Candela se desesperó porque rompía una vez más con lo que había creado. Madrid, Mónaco, Portugal... Dejaba amigos en el camino y a pesar de decirle que los amigos quedan y crecen, si los cuidas, ella aún no entendía el concepto de amor en lo invisible. Tomamos la decisión de quedarnos aquí, las cosas se pusieron fáciles para que así fuera y Felipe padre iría y vendría desde Madrid, donde se había incorporado a trabajar unos meses antes. Ambos teníamos la sensación de que era lo mejor para los niños, idealizamos la idea de vivir cerca del mar, despacio, respetando sus ritmos naturales porque habíamos visto durante estos años, que incluso sin hacer casi terapias, Pipo en cabeza, y sus hermanas, crecían sanos y felices.   

Hace unos meses, la Vida dejaba claro que debíamos volver. Que ya era momento, ahora sí. Motivos que afectaban a los tres niños y que puedo resumir en falta de recursos sociales... Amigos y alegría. Ellos los llevan allá donde van, sus risas, su espontaneidad, su ingenuidad y madurez entrelazadas... Portugal es maravillosa, paisajes puros, ausencia de límites medibles en tiempo y espacio... pero el sur no ofrece tantas posibilidades, en diferentes sentidos, como creo que ahora les hacen falta. Después de vivir en un mundo paralelo este tiempo, la Vida sabe que es necesario avanzar. De otro lado, mi trabajo será más fácil y rico en matices cuando pueda tocar y sentir Madrid y su gente, España, sus familias, a los niños y a todas las personas que de una manera u otra forman parte ya de +Family y de mi existencia. 

Pues eso... Tocar. Sentir. Abrazar. 

Si me pedís una conclusión de estos 8 años me llevo ésta. Cuando no existe el tiempo y el espacio, cuando somos capaces de borrar límites grabados a fuego durante años, ya no son límites sino intenciones sutiles que nos permiten escuchar señales de alerta de cuerpos, corazones y mentes para acariciarlas desde el alma. 

Nos invitamos a volar más aterrizados que nunca. 

Despacio. Libertad. Presencia... Eso me recordaron hace unos días. Y es curioso, porque lo aprendí también fuera de casa. Ser es estar. Sin hablar ni exigir. Ayudar sin decir. 

Alegría, la valoro más que nunca. 

Amor. Dar y Recibir.


En la distancia agradezco, porque esta soledad impuesta de alguna manera y conservada con sumo cuidado desde que aprendí a valorarla, como merece, es la que me permite Respirar y Vivir. Soledad que me llevo como oro en paño y que preservaré a conciencia en la multitud, en cada concierto y en cada problema. He aprendido que ahí Soy y Estoy, sin tanta interferencia. 

En estos últimos días me he acercado a otras causas que no eran la discapacidad. El cáncer infantil, por ejemplo. Los maestros van y vienen, les vemos o no les vemos, pero todos nos enseñan lo mismo: A Amar. En cada cosa que hacemos. Sólo así sabremos que hemos aprendido lo que vinieron a enseñarnos. Y sabes si poco a poco recuerdas como hacerlo porque tu corazón late de nuevo.  

De Portugal me llevo menos amigos que de Mónaco, pero todos especiales. 

Un amigo español, de esos que ha sabido transformar su dolor en aprendizaje, me ha recordado hace poco la importancia del abrazo. Sin motivo. Abraza. Si no sabes, abraza. Y si sabes, también. 

Sabrás quien ha abrazado mucho porque ya lo hará despacio. Sus brazos casi serán transparentes y se colarán muy adentro. Sus manos sabrán donde acariciar sin moverse. Y tú harás lo mismo. 

Para sentir eso, como para todo lo bueno, hace falta tiempo. 

Besos y feliz Verano lleno de Tiempo, de Abrazos y de Risas!!!!!


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