Tira del hilo... cuando asome la puntita ;)


¡Hola a todos!

Estamos ya instalados. La casa es bonita, cerca de la playa, y la comida vuelve a ser la de "toda la vida". Portugal es prima hermana de España en tantas cosas que me siento muy cerca de nuevo.

Siento como si la vida durante estos cuatro años en Francia hubiera querido distanciarme para acercarme después, distanciarme de lo cómodo y de lo incómodo, y sobre todo, para seguir ese mismo proceso conmigo misma que comenzó hace tiempo ya.


Estos días, de idas y venidas a Madrid para ayudar a que todo el proyecto del Profesor Chan en Madrid tome forma y se consolide, ojalá, como una opción más que ayude a nuestros niños, me da tiempo a pensar, a estar, y avanzar en un camino que ya no tiene vuelta atrás.

Siento cómo me lleno de energía, blanca, dorada incluso a veces, al despertarme, o al anochecer, cuando estoy cansada, o cuando dudo sobre cosas. O cuando debo comprender algo, sin más. Ayer, sin ir más lejos, hablaba por teléfono con una hermana de ésas que te haces en ése camino. Ella, como yo, es una tipa normal, con una familia normal, y una educación normal que de repente se ve inmersa en un mundo de sensaciones y certezas que dan la vuelta a todo, o más bien, ponen todo en su sitio. Ella también siente esa energía o fuente que nos inunda de pies a cabeza. Y tantas personas que ni lo dicen por miedo a ser tachadas de locas, dentro de esa normalidad que viven o creen vivir. Porque si de algo me doy cuenta es que muchos vivimos un adormecimiento en vida. Morimos por inanición en una amnesia inconsciente que nos hace vagar por este mundo sin tomar conciencia de quienes somos, de verdad. Que no nos permite identificar nuestros roles. O miedos. Que nos mata poco a poco.

Aunque nuestra alma de esta manera, también aprenda, creo que no es causa suficiente para alargar esa situación. No es causa suficiente decirnos cada mañana que ya no sufrimos porque estamos aceptando o comprendiendo nuestra realidad. Porque la aceptación o comprensión verdaderas no nos llevan a ese agotamiento constante. La renuncia quita puntos, que lo sepas. El cansancio que nos da la renuncia es el cansancio que nos ha llevado a no escuchar las primeras señales que acallamos con nuestra mente. Por el qué dirán, por no hacer daño. El agotamiento, más bien, de nadar contra nuestra propia corriente. Tendríamos que analizar con filtros limpios siempre, cuáles de las decisiones que tomamos son de verdad necesarias en nuestra vida. O nos montamos una película, sin más.

Y como cada uno lleva su propio ritmo, pero parece que el del Planeta Tierra toma carrerilla y últimamente acelera el nuestro, es mejor abrir bien los ojos para descubrir, de repente, quien de nuestro entorno puede echarnos una mano y darnos alguna pista a la que agarrarnos lo más pronto posible. Para tirar del hilo que nos devuelva a nosotros, a nuestra esencia. A ver quien de nuestra familia o amigos sabe algo más, de verdad, y se abre a tocarnos el corazón con sus palabras, con sus dedos, con su mirada. Para saber quien será nuestro cómplice en ese despertar. Quién ha descubierto ya que somos marcianos, y no los de ahí fuera.

Pide. Pregunta. Hazte humilde por unos segundos. Deja de ser víctima por otros tantos.

Si te sientes cansada. Si te sientes en lucha. Si no sabes qué hacer. Si no sabes por donde empezar. Si te sientes sola. Triste. Vacía. Hundida. Da igual. Pide ayuda. Si decirte que te conectes a tu corazón, te suena a cuento chino. Si pedirte que recurras a tu sentido común barra intuición barra sabiduría interior te hace sentir aún peor. Si saber que debes perdonar y no querer hacerlo te revuelve por dentro y te lleva aún más a la culpa. Si obligarte a tener más energía para poder con todo y dar sentido a tu vida te hace perder la poca que te queda. Si sólo quieres desaparecer y todo te sobra. Entonces pide ayuda. A la vida. Deja de dar explicaciones. Deja de pedirlas. Y salvaté tú. Antes que nada.

Son muchas las personas últimamente que me encuentro cansadas. Y no es el cansancio del trabajo o de no dormir.

Y como yo he estado ahí, y puede que vuelva a estarlo, escribo esto. Porque esto es una carrera de relevos en la que debemos hacer equipo. Y ayudarnos unos a otros a subir ese nivel de vibración que nos permitirá ver más a menudo las luces que las sombras.

Te invito, si no lo has hecho ya, a parar y que este verano sea diferente. A que pidas ayuda, en silencio, con tu intención, y esperes a ver quien te la ofrece. Quien te devuelve a algo bueno. Un masaje, una conversación, un libro. Una sesión de osteopatía, con alguien mágico.

Flota entonces durante unos segundos. Y ahí sí, tira del hilo. Ahí sólo te hace falta el impulso de quien sabe que merece la pena. Un pellizco en ese corazón dormido. Sin agobios, sólo poco a poco, tira del hilo. Con ternura. A ver adónde te lleva.

Seguro que, con el tiempo, verás que te lleva a enfrentarte a tus miedos más ancestrales. Aquellos miedos que no sabías que tenías. Porque probablemente ni siquiera se hicieron en esta vida, aunque debas arreglarlos en ella. Sí, como sabéis creo en la reencarnación, porque desde pequeña, he comprendido así muchas cosas.

Así que pide esa ayuda. No me importa deciros, para quien aún no lo sepa, que a mi esa ayuda invisible, esa energía, esas palabras, esa certeza, siempre me llega a través de Jesús. Y sigo sin ir a Misa. Pero me meto en las Iglesias a buscar ese recogimiento... y tantas cosas, que están ahí. Es mucho más de lo que nos han enseñado. Es aquello que te lleva hasta ti. Es el amor que a veces asoma el que deshace esos miedos. Y todo vale, sin entrar en juicios, si a ti te lleva a conectar, de verdad, contigo.

Tira del hilo cuando asome la puntita. Y en el camino, rieté todo lo que puedas. Tus hijos te lo agradecerán seguro y serás su mejor referencia, saber que su madre (y padre) apuestan por la felicidad, y sobre todo, se quieren y se respetan a sí mismos, que de eso, creo, que se trata toda la historia ;). Yo tengo muchos deberes por delante;)))).


Feliz verano. Nos vemos en septiembre, pero antes os escribiré contando novedades para el curso escolar...

Un beso grande

Rocío




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