¡Hola a todos y feliz septiembre!
Y hablábamos también de la necesidad de no responsabilizar a los niños de su mejoría porque todos los miembros de la familia debemos trabajar en equipo para crecer y aceptar a diario (nada de resignarnos). En mi caso sólo he podido hacerlo, y lo que me queda, cuando he comprendido y experimentado estos años que estamos aquí para aprender y de esta manera, cada experiencia de vida, debe ser respetada. Con sus tiempos. Y sus diferencias. El alma sabe lo que hace.
Un beso grande a todos
Me han confirmado de Hong Kong que el Profesor Chan vendrá a Madrid los días 27 y 28 de octubre a hacer tratamiento a los niños con lesión cerebral, parálisis cerebral o dificultades motoras, de lenguaje, de aprendizaje... y a dar una conferencia abierta al público. Además, me han confirmado que no será sólo esta vez, sino que habrá varias visitas a lo largo de cada año en las que este terapeuta chino aplicará su teoría y práctica aquí para que nuestros niños tengan más opciones de mejorar. En unas semanas os podré confirmar el espacio en el que tendrá lugar, la idea es que sea grande para que tanto las familias como los profesionales puedan estar y compartir con él. Todo esto me pone muy contenta.
En España, aunque no esté él, la estructura va tomando forma, esperamos que para consolidarse. Su terapia está basada en un doble trabajo: en casa, después de recibir la formación para que la familia pueda aplicar su tecnología SINETECH (estructura, bio-información, nutrición -detox- y bio-energía), y en el centro donde los profesionales que se van formando hacen los tratamientos personalizados a cada niño tras un diagnóstico previo y un seguimiento siempre en colaboración entre el equipo español y el equipo de Hong Kong.
Sabéis, sin embargo, que siempre acabo en la misma frase. No hay varitas mágicas. Que un niño mejore o no depende de tantas cosas... Principalmente de su decisión, como alma, o de nuestro proceso, como familia... Y nosotros, como padres que le adoramos y queremos lo mejor para él podremos dejarnos la piel en el camino para intentarlo todo, pero puede que no tengamos los resultados que nos gustaría. Por eso, el otro día, hablaba con @alvarogalanfloria y él, desde su posición de hombre con parálisis cerebral, inteligente, psicólogo, coach, deportista, amigo y sobre todo hijo, me decía que su máxima lucha será siempre tender a la PARTICIPACIÓN y no a la NORMALIZACIÓN de la persona con alguna discapacidad. Porque así la familia no se desesperará ni se angustiará hasta el infinito.
Me decía Álvaro que el sistema nos lleva a ser considerados en masa y esto dista mucho de las aspiraciones individuales. A cada una de estas personas con discapacidad les gusta jugar, hablar, compartir... dentro de la sociedad y no sólo en centros o colegios de otras personas "como ellos". Porque la sociedad aún desconoce, aún lucha por el control, por el poder, por no soltar, por medicar aunque ésta no sea la solución muchas veces sino la escucha de sus anhelos, de sus dolores, y no sólo físicos, de sus aspiraciones, de sus sueños... Porque para esta sociedad el amor aún es tabú, casi más que el sexo. Y las personas con discapacidad también lo quieren practicar. Y si la mujer hoy sigue buscando su sitio, la conciliación familiar, llegar a puestos directivos... imaginaros la persona con discapacidad a la que parece que a estas alturas muchas asociaciones no le representa. Es una pena que sistema sea sinónimo de "des-humanización". Y es incoherente, además, hacer mil y una terapias a niños y mayores para que tengan autonomía y después no puedan llevarla hasta sus últimas consecuencias.
Cualquier día nos pasa a nosotros. Que nos caemos y dependemos de otros. Y ahí es cuando te das cuenta de lo mucho que queda por hacer para que no nos miren entonces como si fuéramos tontos o débiles mentales. Porque la dependencia no es sinónimo de "tonto" y "bueno" (el que lo es y el que ayuda) sino de una situación en la que todos podemos ganar para aprender y para crecer, en cuerpo y en alma, si lo hacemos desde el amor y no desde el ego.
Y hablábamos también de la necesidad de no responsabilizar a los niños de su mejoría porque todos los miembros de la familia debemos trabajar en equipo para crecer y aceptar a diario (nada de resignarnos). En mi caso sólo he podido hacerlo, y lo que me queda, cuando he comprendido y experimentado estos años que estamos aquí para aprender y de esta manera, cada experiencia de vida, debe ser respetada. Con sus tiempos. Y sus diferencias. El alma sabe lo que hace.
Y llegado a este punto, he pensado en el hilo cuyo extremo dejé pendido, en el aire, hace ahora un mes. Porque cuando escribo, sale lo que siento pero no pienso lo que escribo, con lo cual acaban siendo deberes para mi. Y es curioso porque este verano ha sido cuando menos hilos me han salido al paso, hilos de esos que ves obvios y puedes tirar y tirar con alegría. Alguno ha asomado, peculiar, por cierto. Pero ha sido un verano de lo más conmigo misma. No sé si os habrá pasado a vosotr@s también.
Es otra opción, pedir hilos y que te vengan sólo opciones de ti misma en sus diferentes versiones, sin aderezos, con silencios profundos que te hacen saber, con certeza, que toca más de lo mismo porque puede que ahora toque madurar. Y la maduración requiere tiempo y sol. E integrar otros hilos que llegaron antes y dejaron su poso en nosotros. Qué mal llevamos el tiempo los seres humanos. Por un lado la impaciencia de la ignorancia, donde el tiempo sólo aplica para llegar pronto o tarde a un sitio. Por otro, cuando ya quieres correr porque ves que el trabajo está en ti, pero te falta información, te sacude la prisa de querer llegar lo más lejos posible para trascender pruebas y aprendizajes. Como el más listo de la clase que aspira a que el profe reconozca sus virtudes.
En todo caso, todo vuelve al amor. En mi caso, al menos. Extendedlo si queréis al vuestro, porque me da que va todo de lo mismo.
Desde que nació mi hijo Felipón he tenido, por narices, que encontrarme, conocerme, quererme, valorarme, soltar cargas, disfrutar y dejar salir sin miedo esa alegría que siempre me ha acompañado... para ayudarle a él. Como si su cuerpo, cuyo funcionamiento "no ha sido perfecto como el que una madre querría esperar", me recordara a diario que nuestro cuerpo es nuestro instrumento sagrado para albergar a nuestra alma y que debemos rendirle homenaje, se encuentre como se encuentre. No considerarlo menos por estar cansado o estropeado.
Porque si se aprende de algo es de lo diferente, de lo que nos mueve, de lo que nos molesta o aspiramos a tener y no tenemos. No de lo estanco. Y si hay algo fuera estanco, nuestro hijo no mejora, y las circunstancias tampoco, si no vemos la puntita del hilo para tirar de ella, lo único que podemos hacer es mirar hacia dentro. Porque dentro de nosotros seguro que hay movimiento. Nuestros órganos se mueven y a lo mejor no se encuentran bien. Nuestras emociones su mueven. O acaso las hemos callado tanto que ya ni lo notamos. Nuestros pensamientos se mueven. ¿Los hemos observado en la distancia? ¿O nos dejamos llenar por ellos sin ver que ellos no somos nosotros? ¿Nuestros deseos cambian? ¿o es siempre el mismo de manera obsesiva? O quizás ya ni siquiera tenemos deseos. ¿Nuestros pasos nos llevan por caminos diferentes, o éstos ya sólo van por los mismos lugares, una y otra vez? ¿Estamos como pájaros locos dando vueltas como una peonza, intentando miles de cosas sin que nos funcione ninguna? Nuestra percepción de las cosas, ¿cambia? ¿Estamos flexibles, o rígidos? ¿Donde está nuestra intención? ¿Quizás creamos querer una cosa y sin embargo nos da miedo tenerla? La forma en la que nos dejamos tratar o tratamos a los demás, es siempre la misma... ¿Reconocemos la ternura dentro de nosotros? ¿O estamos duros como piedras? ¿Reconocemos el peso de la renuncia de la que escribía?... ¿Reconocemos? ¿O ni eso? ¿Estamos agotados y aún así luchamos? O quizás podemos aún rendirnos, como signo de valentía.
Y es que este ha sido también un verano de anhelos. De sensaciones, percepciones, vivencias que sé que he tenido, puede que en otra vida, y han quedado grabados en mi alma. Anhelos que me llegan cuando menos me lo espero, tras dar un masaje, tras mirar a los ojos a alguno de mis hijos, tras leer algo que me inspira... Anhelos de algo más grande. Sólo compartiré uno. El anhelo a la libertad del alma que toqué unos segundos con la punta de los dedos. Como un sueño que se evapora cuando más quieres recordarlo. Un anhelo, enviado, directamente desde las estrellas.
Así que si la puntita del hilo no aparece, a pesar de habernos abierto a ello, puede que el hilo esta vez no esté fuera, sino dentro, y tengamos la capacidad de ahondar un poquito más sin ayuda. Puede que la Vida considere que estamos preparados en este momento para ver que somos los únicos capaces de conceder esa libertad a nuestra alma. Y por libertad, que se entienda, en el plano más sutil. Por favor. Que el cuerpo a veces parece nuestra carcel, y no lo es...
Un beso grande a todos
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