Hola de nuevo,
Las semanas que pasan desde que os escribo siempre son para vivir la vida, como hacemos todos. Después cuando me siento a escribir de nuevo, me digo ¿y qué os cuento? Porque son muchas las cosas que nos pasan, pero al final todo gira siempre en torno a lo mismo. Nos enroscamos en las mismas creencias, ideas, formas de solucionar las cosas o de darle la vuelta a todo para volver siempre a ciertas conclusiones o formas de afrontar lo que nos preocupa. Y si partimos de la base de que todo lo que se estanca es simplemente un aprendizaje que debemos trascender, ¿qué nos impide comprender aquello que debemos comprender ya? ¿No estamos aún preparados?
Pues en estas estoy yo. Repasando aquellas lecciones que se repiten en mi vida que no termino de trascender. Para darles otro enfoque, otra visión. Desde dentro de mi, que soy la que al final puede cambiar sin exigir a nadie más que lo haga.
Estaba yo sentada ayer en las escaleras de un centro comercial al aire libre, con Felipón entre las piernas sentado en el escalón de más abajo, y mientras él me preguntaba por qué el señor que estaba recogiendo escombros delante nuestro los metía en la carretilla y se los llevaba, o si podía haber un coche enterrado debajo de todos ellos, me hice consciente de cómo calentaba el sol la piel de mi cara y de mis brazos, y de lo bien que eso me hacía sentir. Eran las diez de la mañana. El albañil nos sonreía y explicaba alguna cosa en portugués. Con movimientos lentos, sin ningún tipo de estrés o preocupación, hacía sólo su trabajo y recogía con sus manos cosas aquí allá.
Al mismo tiempo que todo esto ocurría, le daba vueltas en mi cabeza a una conversación que había mantenido con una persona a la que quiero mucho. Muchas veces todo vuelve a un mismo punto en el que parecemos no avanzar. Noto que ciertas cosas ya no me ponen triste o me enfadan como antes, si es cuestión de no compartir un punto de vista con alguien. Pero sí me hace reflexionar últimamente cómo dejamos pasar los días perdidos en "tonterías" en lugar de estar, sin más, con esas personas que queremos (si las queremos), cuando las tenemos. Sin esperar a que cambien. Estar.
Y casi sin darme cuenta, como ocurre con la magia, de una manera sutil y bella, suave y escurridiza, sentí una maravillosa compasión atravesando cada poro de mi piel. Ese sol que antes sólo parecía calentarme ahora me acariciaba, y así, sin más, con esa bondad, me hacía comprender. No pretendo ser cursi. Quien me conoce lo sabe. Pero es que si habéis sentido esto que os cuento alguna vez, sabréis de lo que hablo. No llegó una compasión constante, no fue un regalo que se quedara, fue delicado y consistente, como para mostrarme un camino. Como un perfume que pasa, un sonido que queda. Es saber que el amor sin preguntas existe. Es reconocer ese momento en el que se te ensancha el corazón y se te llenan los ojos de lágrimas con la emoción de no pedir más que eso.
Compasión para ver que las otras personas, aquellas que nos hacen daño con sus palabras o sus comportamientos a veces, sufren. Y por eso lo hacen. No es que debamos soportarlo sin más. Pero seguro que si lo comprendemos de esa manera, reduciremos su nivel de estrés, y el nuestro. Si no entramos en batalla, y sonreímos, puede que se alteren una vez, dos o puede que más. Pero no encontrarán más disculpas para "hacernos rabiar", consciente o inconscientemente, hasta el infinito. No hablo de buscar en la ironía, la resignación o en la pena los motivos para hallar esa sonrisa en nosotros, sino en esa compasión, en ese saber escuchar a ciegas, que ayer me hizo "recordar". O puede que seamos nosotros quienes no les hacemos sentir bien con nuestro comportamiento o palabra...
Y es que también fue ese sol el hilo conductor de mi sesión de osteopatía hace un par de semanas. Y el que a veces llega si cierro los ojos. Para recordarme que todo depende de esa conexión que tengamos con nosotros y por lo tanto con la Vida, con Dios o con quien cada uno quiera conectarse si ello te lleva a la Paz. Auténtica. Paz que reconoces cuando el corazón se ensancha, cuando esas lágrimas te aparecen en los ojos sin atreverse a rodar a veces, humildes y tiernas. Aunque gran parte de tu tiempo te debatas en el enfado o en la duda o en tantas emociones "normales" y "humanas", saber qué esa intención existe, ayuda.
Y es esa misma ternura y ese amor el que estos días me ronda al mirar a mi hijos, y especialmente a mi hijo Felipón. Para comprender por ejemplo que no debo pedirle más de lo que puede dar o la misma velocidad que los demás. Para saber que no es "normal" aunque lo "parezca". Para saber exigirle con amor pero también adaptarme, y escucharle, rodearle con mis brazos, para no querer cambiarle ni tener miedo de ver que es "diferente". Porque hoy me pregunta algo brillante propio de un adulto y al rato mueve la cabeza a los Steve Wonder y ves que tiene "un punto o varios" y no pasa nada. Que metes la marcha a gran velocidad hacia su "normalización", pero después ves que lo que importa sobre todas las cosas es su "participación", para que no se frustre y por encima del mundo sea un niño feliz. Porque puede que esa total "normalización" nunca llegue y de corazón, sepas que no pasa nada.
Pues esto nos pasa a todos. Que ninguno somos normales. Que de unas cosas sabemos mucho pero de otras estamos en pañales. Y las heridas (estoy convencida que de ésta y también de otras vidas), salen cuando menos lo esperamos y debemos comprender que quien nos rodea está ahí para algo y no por casualidad. Que debemos aplicar esa compasión, con nosotros mismos, y con quien nos rodea, para tratar de resolver lo que nos hace daño. A diario. Porque si alguien a quien queremos está bien y cuando menos lo esperamos se comporta con su "punto", debemos tratar de aflojar y ver qué pasa. Desde la compasión. Y si una relación se atasca, desde ese mismo respeto y ternura, mirar hacia dentro y buscar en ti qué pasa en lugar de exigir sólo al otro un cambio, para ver si "sabes" avanzar en otras direcciones y evolucionar, o es mejor parar, pero sin hacerse más daño...
Por cierto, mi vida siempre tiene sus "puntos", está llena de peculiaridades, de calamares y de marcianos que me mandan mensajes y me ayudan a tomar decisiones... En medio de todo me vengo a vivir a Portugal en lugar de a Madrid como teníamos pensado. Así que después de estos dos años de búsqueda de soluciones y estructuras, doy por terminado el camino recorrido con el Profesor Chan y equipo... Ojalá sigan trabajando con los niños en España a través de los terapeutas que formen. Para ellos no está siendo nada fácil. Por muchos factores, culturales, de concepto... y porque el Profesor Chan explora, diseña y cambia todo constantemente para mejorar. En China está él, le conocen y además toca a sus pacientes. Aquí no. Ojalá se consolide aquí una estructura que lo haga todo más posible y su tecnología pueda ser aplicada por profesionales en los niños siempre y funcione. Y ojalá, sobre todo, siga viniendo él cada poco tiempo a trabajar directamente con sus manos. Estaré feliz y a su disposición en cada una de sus visitas si me necesita. Os agradezco a cada una de las familias, por vuestra paciencia y por vuestro apoyo incondicional.
Y mientras aplico Tomatis, encuentro mis ratos, hago ejercicios con las máquinas chinas según me sale en la cabeza de mi hijo, ayudo a mis hijos a que encuentren su sitio en los nuevos coles, cocino, me desespero, me contento, leo... Exploro de qué manera puedo aportar mi granito de arena a las madres que empiezan y a aquellas que siguen, para compartir, para enseñar y aprender juntas. Iremos hablando.
Recordaros que el 26, 27 y 28 de octubre estará en Madrid el Profesor Chan haciendo tratamiento a niños con lesión cerebral o alguna otra dificultad de aprendizaje, motor, lenguaje... Queda algún hueco el lunes por la mañana (estará un día más) por si estáis interesados. Y genial también si asistís a la conferencia que él dará, entrada gratuita, y que tendrá lugar el domingo 27 de octubre a las 9 de la mañana. Está colaborando en proyectos de investigación con el Gobierno y Universidades chinas sobre ciencia cuántica aplicada al cerebro. Son muchos años de trabajo e investigación y una mente privilegiada. Seguro que erá interesante y aprendemos.
¡Muchos besos a todos!
Rocío
Las semanas que pasan desde que os escribo siempre son para vivir la vida, como hacemos todos. Después cuando me siento a escribir de nuevo, me digo ¿y qué os cuento? Porque son muchas las cosas que nos pasan, pero al final todo gira siempre en torno a lo mismo. Nos enroscamos en las mismas creencias, ideas, formas de solucionar las cosas o de darle la vuelta a todo para volver siempre a ciertas conclusiones o formas de afrontar lo que nos preocupa. Y si partimos de la base de que todo lo que se estanca es simplemente un aprendizaje que debemos trascender, ¿qué nos impide comprender aquello que debemos comprender ya? ¿No estamos aún preparados?
Pues en estas estoy yo. Repasando aquellas lecciones que se repiten en mi vida que no termino de trascender. Para darles otro enfoque, otra visión. Desde dentro de mi, que soy la que al final puede cambiar sin exigir a nadie más que lo haga.
Estaba yo sentada ayer en las escaleras de un centro comercial al aire libre, con Felipón entre las piernas sentado en el escalón de más abajo, y mientras él me preguntaba por qué el señor que estaba recogiendo escombros delante nuestro los metía en la carretilla y se los llevaba, o si podía haber un coche enterrado debajo de todos ellos, me hice consciente de cómo calentaba el sol la piel de mi cara y de mis brazos, y de lo bien que eso me hacía sentir. Eran las diez de la mañana. El albañil nos sonreía y explicaba alguna cosa en portugués. Con movimientos lentos, sin ningún tipo de estrés o preocupación, hacía sólo su trabajo y recogía con sus manos cosas aquí allá.
Al mismo tiempo que todo esto ocurría, le daba vueltas en mi cabeza a una conversación que había mantenido con una persona a la que quiero mucho. Muchas veces todo vuelve a un mismo punto en el que parecemos no avanzar. Noto que ciertas cosas ya no me ponen triste o me enfadan como antes, si es cuestión de no compartir un punto de vista con alguien. Pero sí me hace reflexionar últimamente cómo dejamos pasar los días perdidos en "tonterías" en lugar de estar, sin más, con esas personas que queremos (si las queremos), cuando las tenemos. Sin esperar a que cambien. Estar.
Y casi sin darme cuenta, como ocurre con la magia, de una manera sutil y bella, suave y escurridiza, sentí una maravillosa compasión atravesando cada poro de mi piel. Ese sol que antes sólo parecía calentarme ahora me acariciaba, y así, sin más, con esa bondad, me hacía comprender. No pretendo ser cursi. Quien me conoce lo sabe. Pero es que si habéis sentido esto que os cuento alguna vez, sabréis de lo que hablo. No llegó una compasión constante, no fue un regalo que se quedara, fue delicado y consistente, como para mostrarme un camino. Como un perfume que pasa, un sonido que queda. Es saber que el amor sin preguntas existe. Es reconocer ese momento en el que se te ensancha el corazón y se te llenan los ojos de lágrimas con la emoción de no pedir más que eso.
Compasión para ver que las otras personas, aquellas que nos hacen daño con sus palabras o sus comportamientos a veces, sufren. Y por eso lo hacen. No es que debamos soportarlo sin más. Pero seguro que si lo comprendemos de esa manera, reduciremos su nivel de estrés, y el nuestro. Si no entramos en batalla, y sonreímos, puede que se alteren una vez, dos o puede que más. Pero no encontrarán más disculpas para "hacernos rabiar", consciente o inconscientemente, hasta el infinito. No hablo de buscar en la ironía, la resignación o en la pena los motivos para hallar esa sonrisa en nosotros, sino en esa compasión, en ese saber escuchar a ciegas, que ayer me hizo "recordar". O puede que seamos nosotros quienes no les hacemos sentir bien con nuestro comportamiento o palabra...
Y es que también fue ese sol el hilo conductor de mi sesión de osteopatía hace un par de semanas. Y el que a veces llega si cierro los ojos. Para recordarme que todo depende de esa conexión que tengamos con nosotros y por lo tanto con la Vida, con Dios o con quien cada uno quiera conectarse si ello te lleva a la Paz. Auténtica. Paz que reconoces cuando el corazón se ensancha, cuando esas lágrimas te aparecen en los ojos sin atreverse a rodar a veces, humildes y tiernas. Aunque gran parte de tu tiempo te debatas en el enfado o en la duda o en tantas emociones "normales" y "humanas", saber qué esa intención existe, ayuda.
Y es esa misma ternura y ese amor el que estos días me ronda al mirar a mi hijos, y especialmente a mi hijo Felipón. Para comprender por ejemplo que no debo pedirle más de lo que puede dar o la misma velocidad que los demás. Para saber que no es "normal" aunque lo "parezca". Para saber exigirle con amor pero también adaptarme, y escucharle, rodearle con mis brazos, para no querer cambiarle ni tener miedo de ver que es "diferente". Porque hoy me pregunta algo brillante propio de un adulto y al rato mueve la cabeza a los Steve Wonder y ves que tiene "un punto o varios" y no pasa nada. Que metes la marcha a gran velocidad hacia su "normalización", pero después ves que lo que importa sobre todas las cosas es su "participación", para que no se frustre y por encima del mundo sea un niño feliz. Porque puede que esa total "normalización" nunca llegue y de corazón, sepas que no pasa nada.
Pues esto nos pasa a todos. Que ninguno somos normales. Que de unas cosas sabemos mucho pero de otras estamos en pañales. Y las heridas (estoy convencida que de ésta y también de otras vidas), salen cuando menos lo esperamos y debemos comprender que quien nos rodea está ahí para algo y no por casualidad. Que debemos aplicar esa compasión, con nosotros mismos, y con quien nos rodea, para tratar de resolver lo que nos hace daño. A diario. Porque si alguien a quien queremos está bien y cuando menos lo esperamos se comporta con su "punto", debemos tratar de aflojar y ver qué pasa. Desde la compasión. Y si una relación se atasca, desde ese mismo respeto y ternura, mirar hacia dentro y buscar en ti qué pasa en lugar de exigir sólo al otro un cambio, para ver si "sabes" avanzar en otras direcciones y evolucionar, o es mejor parar, pero sin hacerse más daño...
Por cierto, mi vida siempre tiene sus "puntos", está llena de peculiaridades, de calamares y de marcianos que me mandan mensajes y me ayudan a tomar decisiones... En medio de todo me vengo a vivir a Portugal en lugar de a Madrid como teníamos pensado. Así que después de estos dos años de búsqueda de soluciones y estructuras, doy por terminado el camino recorrido con el Profesor Chan y equipo... Ojalá sigan trabajando con los niños en España a través de los terapeutas que formen. Para ellos no está siendo nada fácil. Por muchos factores, culturales, de concepto... y porque el Profesor Chan explora, diseña y cambia todo constantemente para mejorar. En China está él, le conocen y además toca a sus pacientes. Aquí no. Ojalá se consolide aquí una estructura que lo haga todo más posible y su tecnología pueda ser aplicada por profesionales en los niños siempre y funcione. Y ojalá, sobre todo, siga viniendo él cada poco tiempo a trabajar directamente con sus manos. Estaré feliz y a su disposición en cada una de sus visitas si me necesita. Os agradezco a cada una de las familias, por vuestra paciencia y por vuestro apoyo incondicional.
Y mientras aplico Tomatis, encuentro mis ratos, hago ejercicios con las máquinas chinas según me sale en la cabeza de mi hijo, ayudo a mis hijos a que encuentren su sitio en los nuevos coles, cocino, me desespero, me contento, leo... Exploro de qué manera puedo aportar mi granito de arena a las madres que empiezan y a aquellas que siguen, para compartir, para enseñar y aprender juntas. Iremos hablando.
Recordaros que el 26, 27 y 28 de octubre estará en Madrid el Profesor Chan haciendo tratamiento a niños con lesión cerebral o alguna otra dificultad de aprendizaje, motor, lenguaje... Queda algún hueco el lunes por la mañana (estará un día más) por si estáis interesados. Y genial también si asistís a la conferencia que él dará, entrada gratuita, y que tendrá lugar el domingo 27 de octubre a las 9 de la mañana. Está colaborando en proyectos de investigación con el Gobierno y Universidades chinas sobre ciencia cuántica aplicada al cerebro. Son muchos años de trabajo e investigación y una mente privilegiada. Seguro que erá interesante y aprendemos.
¡Muchos besos a todos!
Rocío
Rocío, acabo de leerte, por primera vez.
ResponderEliminarTengo un madre maravillosa que me habla a menudo de ti, de tu manera de enfrentar el mundo y la vida, de tu gran optimismo y resiliencia... Como tantas veces, no hacía el caso necesario a sus "llamadas" hacia visiones y mundos como el tuyo... Pero hoy todo se ha conjugado para que me siente en el sofá, sola, tranquila, en un mal momento, y lea tus palabras.
Sobretodo me siento agradecida, a ti, por ser la persona que traducen tus palabras, al mundo por contener conscientemente personas como tú, a la vida por hacer que vayas dando saltos entrando en nuestros pequeños mundos con palabras como las de hoy o con hechos como los de cada día.
Soy maestra, soy madre, soy hija, soy hermana y soy sobretodo humana. Nada de todo esto me resuelve mis inquietudes acerca de la vida propia y de los que quiero... Pero a la vez, me resuelve cada uno de los problemas cuando surgen... De un forma u otra... Hoy me ha llegado tus palabras que tanta falta me hacían y han soltado de dentro cosas sujetas con miedo a salir... Qué no tenían voz ni palabras suficientes. Me has ayudado a dárselas y a hacerlo.
Todo lo que te escribo es simplemente para darte mi agradecimiento y compartir contigo la energía positiva que has conseguido emane de mi El consuelo que recibo y la Paz que recojo. GRACIASS
Belén Arcaya 😘
GRACIAS BELÉN, escribo desde el corazón, con cosas tan personales que sé que no siempre se entienden o se comparten... Me alegro de verdad de que te ayude, como a mi me ayudan otras tantas personas con sus impresiones...Es bonito encontrarte en el camino y dejar de confiar, para comenzar a saber ... Un beso grande
EliminarPor diferentes motivos te sigo desde hace tiempo y venia detectado inestabilidad terapéutica en los tratamientos que decides para tu hijo y siempre sin base objetiva, clinica... es como si te dejaras llevar por intuiciones, emociones, subjetividades, calamares... es como si la ciencia o la investigación para ti no tuvieran pero decisivo... lo ultimo que leo es que cierras una etapa con el profesor Chan que para ti era el sanador de tu hijo, de hecho creo que te hiciste pseudoterapeuta. Rocio, crees que tu inestable influencia es bueno para los padre y madres que tienen un hijo con las mismas patologias que la de tu hijo? Crees Rocio que ir con la vida de tu hijo guiada por tus neuras, es terapéutico? La continuidad objetiva en base a tratamientos con base cientifica es la unica respuesta a la preguntas, el resto no es mas que divanes neuroticos de una madre inestable.
ResponderEliminarHola ! Disculpa, te leo ahora. Pues mira, respeto al mil por mil tu opinión y de hecho la agradezco para tener la oportunidad de responderte. Soy una madre, que como muchas otras, buscó en la base científica las respuestas. Pero si fuera por esa misma base científica, mi hijo no estaría aquí, fueron muchos médicos basados en la ciencia que me aconsejaron abortar, hasta la semana 37 de embarazo. Profesionales en España e incluso uno en el extranjero a quien también pedimos opinión. Decidimos seguir adelante, por esa locura que quizás nos ha salvado, a m hijo y a mi. Después, cuando nació, los métodos que nos llegaban nos hundían más, también basados en la ciencia. Ingresos, en los que me dijeron que las pocas neuronas que tenía morirían con el ritmo y la intensidad de epilepsia que mi hijo tenía, que su lengua fuera entre crisis y crisis se debía a su retraso mental y no al agotamiento, que debía asumir que mi hijo no daba más de sí, que sería una lechuga, literal, en una cama, que tendría bronquiolitis toda su vida... me fui de varios hospitales por las caras de pena, por la desesperación de ver que no me escuchaban ni les interesaba la opinión de una madre que conoce a su hijo. Y fue una de estas pseudociencias, el método Doman, aconsejada por la Fundación de Bertín Osborne, la que nos salvó de esta inercia. Y los médicos, allegados, me dejaron de hablar por hacerla en casa. Pues resultó que a partir de ahí, de la alimentación, que según la ciencia no serviría para nada en esos días, y de un osteopata maravilloso, Javi, dejaron de aparecer tantas crisis, y las bronquiolitis, mientras que en el hospital le trataban de quitar los mocos con métodos bastante bruscos que le hacían vomitar y no servían para nada... así que a base de golpes aprendí a ver más allá. A ver que el mundo médico no lo sabe todo, que debe ganar en humildad, que son humanos y pueden equivocarse, que debería haber un acarrea en medicina para escuchar a las madres y a los pacientes, y que al menos en España se debe abrir los ojos para trabajar en equipo, y para además de todo, trabajar el origen del problema y no la consecuencia, que el cuerpo humano es un todo y no está dividido en partes, y que somos más que un cuerpo físico, que eso ya lo dice la ciencia también. Ahora voy al médico cuando tengo que ir, y aplico el sentido común a lo que me dicen. Y agradezco a los médicos maravillosos que tenemos todo lo que hacen a diario por sus pacientes. Porque también he aprendido que debemos ser flexibles para dejar algo cuando no funciona, que el cerebro es desconocido para todos, que lo que a unos les funciona a otros no... Y empecé a preocuparme también de estar yo bien, pues me di cuenta de que así ayudaba yo a mi hijo. Y comencé a darme cuenta también de que como madre podía ayudarle en casa para no depender en exclusiva de otros. Y a aplicar mi sentido común para saber qué le ayudaba y qué no. A pasar por encima de las caras de pena.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarQueria decir una asignatura en la carrera de medicina... el corrector me mata :P
EliminarPor diferentes motivos te sigo desde hace tiempo y venia detectado inestabilidad terapéutica en los tratamientos que decides para tu hijo y siempre sin base objetiva, clinica... es como si te dejaras llevar por intuiciones, emociones, subjetividades, calamares... es como si la ciencia o la investigación para ti no tuvieran pero decisivo... lo ultimo que leo es que cierras una etapa con el profesor Chan que para ti era el sanador de tu hijo, de hecho creo que te hiciste pseudoterapeuta. Rocio, crees que tu inestable influencia es bueno para los padre y madres que tienen un hijo con las mismas patologias que la de tu hijo? Crees Rocio que ir con la vida de tu hijo guiada por tus neuras, es terapéutico? La continuidad objetiva en base a tratamientos con base cientifica es la unica respuesta a la preguntas, el resto no es mas que divanes neuroticos de una madre inestable.
ResponderEliminarNo soy una recién aterrizara en el mundo de la discapacidad. Soy sobrina de un señor que murió hace dos años y tenía parálisis cerebral. De pequeña le llevaba yo a hacer pis y le daba de comer. He hecho voluntariado, y debía hacerlo tan bien, que tengo un hijo con lesión cerebral que me ha despertado, y a quien agradezco infinitamente esta locura que comparto por si a alguien, aunque sea a una sola madre, le pueda venir bien. Porque de lo que se trata es de respetar el camino que cada uno sigue. Y no soy la única madre que busca otros caminos para encontrar soluciones.
EliminarAgradezco cada cosa que he probado, y te aseguro que no han sido tantas, muchas menos de las que prueban otras madres, pero no lo dicen. Porque tienen miedo. De opiniones como la tuya. Como madre te cruzas al otro lado del mundo si eso puede ayudar a tu hijo. Y a mi me ha ayudado. Objetivamente.
Cuando digo que dejo de acompañar al equipo del Profesor Chan en Madrid no es porque ya no crea en él, creo que es un terapeuta maravilloso. Y allí los científicos ya le apoyan, en China.
Es cuestión de culturas, y de apertura del corazón, para ver que todo es posible y no depende sólo del terapeuta sino de una infinidad de cosas que algún día nos contarán, allá arriba. Porque ahora, loca, pero feliz, creo en Dios, y antes no. Y comprendo el ara qué de las cosas. Ahora, para mi, tofo ha adquirido un sentido, lo importante, es aprender a ser mejores personas y tratar de ser felices con lo que tenemos. Y a escucharnos, y dejar de luchar y ser lo que no somos. Y en ese mensaje sí me siento segura, porque es una percepción personal que nadie me puede quitar. Cuando hablo de que para ayudar a otros, especialmente a tu hijo, tienes que estar tú bien. Como si haces el pino puente. Eso es ciencia. Y nos reímos en los chat d madres y mujeres por los métodos que compartimos de manera clandestina.
La ciencia no te da el libro de instrucciones. Ese lo vas descubriendo sobre la marcha y respeto todo aquello que sirve a cada madre y cada niño. Si le ha valido, es bueno. Y si lo comparte podrá ayudar como a mi me ayudaron cuando salí de mi inercia, al año de nacer mi hijo. Es un trabajo en equipo. Y las madres, lo sabemos. Todo profesional es bueno si te ayuda, tenga según la ciencia base o no.
No hay varitas mágicas sino la suma de mucho y el trabajo diario.
Gracias de nuevo por tu comentario
El Profesor Chan vuelve en enero, y le acompaño, es un lujo, lo que dejo de hacer es el trabajo diario porque con la distancia entre oyeras razones, se me hace muy complicado.
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