Esa generosidad que me emociona... ese respeto que me enternece

Hola a todos, 

Agradezco a las madres, de niños con alguna dificultad, su generosidad. Porque un hijo te abre en canal, pero si además llega "sin instrucciones" como dice la acertadísima campaña de la Fundación Bertín Osborne, el canal se puede llenar de muchas más emociones aún, y sólo nosotras podemos hacer algo con ellas. 

Tenemos un chat de madres en el que, de manera clandestina, compartimos médicos, sólo aquellos que nos han sabido escuchar (que son muchos), porque para nosotras buenos médicos ya no significa sólo que den un buen diagnóstico sino que lo hagan mirándonos a los ojos, y a los de nuestro hijo, compartimos alimentación, vitaminas, métodos, raros casi siempre, fuera de toda base científica, porque todo suma, y la ciencia no lo sabe todo, ni el ser humano tampoco... y sobre todo, compartimos respeto. Porque el respeto sí es la base de todo. Y un niño con lesión cerebral viene a enseñarnos muchas cosas, pero sobre todo nos enseña a respetar y no juzgar. Sabemos que todo es bueno si nos ayuda, sabemos, por encima del mundo, que quienes mejor conocemos a nuestro hijo somos nosotras, sabemos más que nadie, o al menos la intuimos, la verdad sobre nuestro hijo y no necesitamos caras de pena que nos la muestren para que no nos hagamos ilusiones, sabemos que a veces sólo necesitamos que nos escuchen y no buscamos consejo, y sabemos también, que las etiquetas no sirven para nada y que un niño es un niño y necesita jugar y su madre ser mujer, aunque nos olvidamos. Sabemos hablar con el hijo de otra madre, con total normalidad y entrega, aunque su dificultad sea diferente a la del nuestro, porque sabemos que para esa madre se trata de un guiño cómplice, y para ese niño, el gesto que necesita para sentirse grande. 



Y esa generosidad me emociona. Y ese respeto me enternece.

Y si digo que las mujeres nos olvidamos en el camino de serlo es porque nos damos enteras. Aunque eso no sea lo correcto, porque no podemos dar de lo que no tenemos, y el amor deba empezar por una misma. Que no es el propio sino el amor, sin más. Y entonces estamos de mal humor o sin ganas y además no llegamos a "satisfacer" a nuestros maridos y gritamos en casa o lloramos en el trabajo. 

Por eso en este mensaje es donde me siento más segura. En decir que cada día es una prueba para encontrarnos, que cada día es un día lleno de oportunidades para superar las dificultades, para soltar cargas, para ser más humildes y menos soberbias, para dejarnos querer, ayudar... porque cuando sentimos que no nos quieren o no nos ayudan no es ni más ni menos que la lección que nos toca trascender, que tenemos maestros en nuestros entorno en forma de jef@s, parejas, o padres que si nos dan caña es porque precisamente necesitamos esa caña para entregarnos, y para saber que no es esa caña la que queremos seguir necesitando para aprender sino que ya estamos preparadas para dejar pasar la luz de nuestro corazón, y ver la luz en el corazón de los demás. Y que esos maestros ya no lo serán más si siguen manejando esa caña, que ya sólo queremos la de pescar para ir a pasar un día juntos  entre besos, caricias o palabras bonitas.



Y sólo así la vida se hizo para mi comprensible. Y sólo así dejé de acallar la percepción que tenía sobre ella desde pequeña, y dejé de sentirme rara. Porque desde que ha nacido mi hijo he dejado que esa percepción me hable de nuevo. Porque desde pequeña, como muchas de vosotras, bloquee emociones o certezas para entrar en la espiral del reconocimiento. Hubo quienes lucharon contra esa misma espiral, pero da igual, porque ahora estarán seguramente en el mismo punto que yo, en el del despertar por agotamiento, porque da igual luchar contra otros que contra nosotras mismas. Y los hombres igual. Que si hablo en femenino es porque soy mujer y siento que las mujeres, especialmente las madres de niños con alguna dificultad, por eso de quedarnos en casa ejerciendo de terapeutas o cuidadoras, tenemos más tiempo para comprender que la vida no se trata de eso, sino de escucharnos y vivir en paz. Pero los hombres igual que nosotras, buscan ya salir también de sus espirales personales. Y nos necesitamos tanto, hombres y mujeres, y creo a estas alturas que hemos malinterpretado tanto ambas posturas... que deberíamos también encontrarnos en lugar de separarnos, pero es que a veces los ritmos son diferentes. Aunque acabemos en el mismo punto. Y es todo cuestión de respeto,  del mismo respeto del que antes hablaba, el respetar el ritmo de cada uno. 

Y en ese chat, o en otros, compartimos también herramientas que aparecen, mezcladas en el popurrí de vitaminas o pañales talla grande para nuestros hijos que aún los necesitan para dormir con ocho años. Herramientas que siempre valen si nos ayudan a llegar a nosotras, a nuestra esencia, a nuestra alma. Y ahí estamos. En esa búsqueda permanente, incesante, y maravillosa a la vez. Herramientas que tampoco tienen, parece ser, ninguna base científica, al menos en España, pero nos ayudan, a cada cual a su manera. E intercambiamos así cromos pues siempre hay una madre dispuesta a dar, a decir, a explicar, a dar de su escaso tiempo lo que otra madre necesita en ese momento.


Curiosamente lo que hoy se ha escrito me lleva a contaros lo que hace unos días compartía por watsap. Y es que me hace ilusión haber decidido que retomo los talleres que hice con algunas madres, amigas, hace un par de años, después de escribir el Regalo que cambió nuestras vidas. En ellos hablaba de todo aquello que me había ayudado a despertar y a comprender la grandeza de la vida, lejos de la visión más reducida que tenía antes. Porque gracias a mi hijo Felipón y a todas sus dificultades me di cuenta de que estamos aquí para aprender, para trascender aquello que más nos duele y así crecer y ganar en sabiduría, a agradecer y cuidar nuestro cuerpo por hacérnoslo posible, en la salud y en la enfermedad... Ahora sé que somos más que un cuerpo físico, reconozco mis emociones, y también les agradezco, he experimentado que podemos vivir de manera más sutil, sin tanta lucha, con más intención, que puedo y debo soltar a diario el control y la rigidez, que no estamos solos, que todo tiene un para qué... Ahora sé que existe Dios, antes me lo contaban y a mi me deba bastante igual, ahora sé que me esperan cuando muera, y no tengo miedo, ahora vivo con eternos pelos de punta por ese saber que vamos todos en una misma dirección. Y tengo la lágrima preparada y dispuesta a salir con la ternura y el amor, con esa generosidad de la que hablaba al principio, con esas mujeres increíbles, desprendidas, que te dan y te sonríen y se alegran con tu alegría aunque ellas estén sumidas en el dolor o te dan un abrazo caliente y dulce cuando tú lo estás en el tuyo. Y es que me siento tan agradecida a lo que ellas me dan a diario y me dieron desde el primer minuto, que sólo siguiendo este intercambio de información o compañía, a veces en la distancia, devuelves lo mucho que te llega.

Ahora vivo  en Portugal y mis hijos son más mayores así que todo parece indicar que podemos volver a hacer aquellos talleres, vernos las caras y no sólo escribirnos watsaps. Y como en el camino siempre aparecen maestros que nos aportan, necesito que conozcáis a los míos. Por ello, el próximo viernes 22 de noviembre, de 16.00 h a 20.00 h "Manu" (Manuel Aguirre, fisioterapeuta y osteópata maravilloso, además de un mago de la energía y las adivinanzas) y yo os invitamos a uniros al grupo (plazas muy limitadas -tanto que ya se han cubierto pero si queréis ser más buscaríamos otro espacio para juntarnos ese día) para hablar de energía, para tocarla, para sentirla, para aprender a manejarla y aplicarla con nuestras manos y así ayudarnos o ayudar a nuestros amigos y familia. Creo que podemos hacer equipo y compartir ese día y los que sigan aquello que vayamos aprendiendo y descubriendo. Será en Clínica Aguirre, Paseo de la Habana 21, Madrid. Aportación: 50€. 

En realidad, no se trata más que de una excusa para recordar que lo que pedimos fuera, está dentro de todos nosotros...

Y agradezco las risas, ese sentido del humor limpio, la carcajada que nace cuando nos miramos a nosotras mismas, vacías ya de tantos miedos... propia de todas esas madres que han comprendido, a veces sin ni siquiera saberlo. Por eso son muchas mujeres a las que les agradezco que se crucen en mi camino. Y agradezco, como no, la generosidad de tantos hombres que sin saber muy bien por donde van ya  nuestras locuras, nos quieren, respetan y se ríen con nosotras.

Y así, escrito, no se me olvida.

Os mando un beso enorme  

Rocío

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