Hola a todos,
Siempre me ha gustado que me feliciten cada 4 de diciembre. Me encanta cumplir años y tengo que decir que cada día me encuentro mejor, soy más feliz y tengo más recursos propios para superar aquello que de pequeña, y no tan pequeña, me hacía sufrir. He tomado perspectiva, he aprendido a priorizar, y sobre todo, a comprender que todo lo que me pasa es perfecto y necesario por duro o agotador que sea a veces encontrar su sentido, su para qué. Supongo que eso es la madurez.
Aún no he conocido a nadie que tenga una existencia, a los ojos humanos, sin dificultades. De un tipo o de otro. Me gusta la palabra trascender. Pues eso, que trascendidas estas dificultades, dispuesta a recibir las siguientes, ya me lo tomo de otra manera y llego a los 41 con alegría, menos prejuicios, casi ningún peso en la mochila y rodeada de personas a las que quiero. Hablo alto a riesgo de que me considere la Vida una chula de narices y me mande más de lo mismo en lugar de algo nuevo para seguir trascendiendo aquello que creía tener ya superado. Y se me llene la mochila de nuevo. Pero hasta para eso me he hecho chula, que antes de chula no tenía ni un pelo. Lo que tenía eran mil miedos, de esos que no te sirven para nada salvo para acabar exhausta y soltarlos, que la verdad, lo es todo. Porque ahora, miedo, miedo, creo que sólo tengo a no saber dar a mis hijos lo que ELLOS necesitan para sacar el máximo provecho a su vida, que son los únicos seres que dependen en exclusiva de mi (y de su padre). Y a ser a diario su mejor referente para que no se duerman, para que recorran un camino dentro de cada uno sin límites desde ahora y no lo descubran dentro de treinta años, a base de golpes.
Hace unos días convoqué a 10 mujeres. Nos juntamos, de la mano de Manu, osteópata y amigo, para aprender. Les explicaba, que el motivo de plantear este taller no era saber tratar a otra persona, hace falta mucho más que un taller para eso, pero sí para que pudiera ser un inicio, un despertar para algunas, una continuación para otras. Dentro de nosotros están todas las respuestas que buscamos fuera y Dios nos envía a diario miles de mensajes para que nos demos cuenta y salgamos del ruido. En cuanto alguien, conectado a su corazón, se conecta al nuestro, nos lleva al silencio más sagrado que existe, el silencio de la Verdad Absoluta, aquella que resuena con sentido dentro de cada uno. Así, se convirtió en un maravilloso encuentro, intercambio, humilde, sencillo y generoso, de sonrisas, lágrimas y corazones que se abrían tímidos y confiados al saberse en casa. Porque no consiste ya sólo en dejar la mente en blanco, en observar los pensamientos alejarse como nubes, abrazar el rencor o la ira... Porque entonces llega alguien que te invita a dar un paso más mientras te acompaña un tramo de la mano y antes de soltarte de nuevo, te susurra: Atrévete, valiente.
La verdadera enseñanza está en casa. Abre tu corazón y plancha esa camisa con amor, y que ese amor atraviese tus manos, y atraviese también su piel. Que ese amor lleve a otra persona a su propio despertar, y así se sucedan despertares en una infinita cadena. Todos somos canal. Todos podemos encontrar el equilibrio perfecto para dar y recibir amor. Aunque éste no sea nuestro mejor momento de dar aún, lo será al menos de recibir, que para recibir desde el corazón, hace falta una buena dosis de humildad también, puerta de entrada a esta cadena de energía, de seres humanos que saben que esta vida es mucho más de lo que nos han contado.
Espíritu que se encarna en un cuerpo, alma que lo habita, mente que olvida, corazón que sabe y grita, existencias que vagan en busca de lo que ya saben sin saber que lo saben... tiempo que estira recuerdos para hacerlos visibles ante nuestros ojos empañados por lágrimas de otras vidas que se presentan en ésta sin avisar, no a traición, sólo para enseñar...
Poetas de la noche, somos a veces.
Y mientras mantengamos en nosotros la postura y no queramos aceptar, con el pobre entendimiento que da la mente, mientras digamos que sufrimos para nada, o que otros lo hacen como excusa para no ser felices nosotros, ese recuerdo infinito se diluye y deja ante nosotros los problemas del día a día, ese jefe, esa pareja, ese hijos, ese trabajo, esa casa, esa pobreza... que nos absorbe en su bucle y nos hace sentir indefensos, culpables, víctimas, cansados, enfadados...
Olvidamos al llegar, amnesia que reconozco, amnesia que rechazo desde que tengo uso de razón porque me corroe y me llena, amnesia, fiel compañera tintada de negro en mi cabeza, que me hace saber que sé lo que no debo recordar aún para comprender más.
Amnesia, amiga ya, que me regala a cuenta gotas, a veces pequeñas, a veces grandes, dosis de magia en estado puro.
Anoche la decía a Manu: Manu, este es el mejor regalo de cumpleaños y de Navidad, hoy y siempre. Cuando eres pequeño sabes que la magia existe, después creces y crees que no, que se la llevaron los Reyes Magos en sus camellos ya vacíos de regalos. Hoy sé, de nuevo, que la magia existe, y que es aún mayor de lo que jamás creí. Esa misma magia que hace que en Navidad nazca Jesús de nuevo aunque nunca murió.
Reencuentras almas gemelas que viajan contigo a través del tiempo y del espacio.
Este fin de semana también viajé con mis amigas, a Huelva, a celebrar que somos amigas desde hace eso, 41 años. Y vivimos momentos de magia, en nuestras conversaciones, en nuestras risas y recuerdos, pero también en nuestros corazones. Practiqué con ellas lo que vino a despertar mi hijo en mi hace años, esa sensación en mis manos, en mi cuerpo... Buenos maestros en estos años me han ido enseñando a manejar sensaciones, a ahondar en ellas, a profundizar en prácticas que me han ayudado en muchos momentos, para dar paz a mis hijos cuando tosen, cuando lloran, cuando tienen mocos... Ahora Manu me guía en sus sesiones, con sus palabras llenas de enigma que tanto me divierten y aportan en este juego que para mi es la Vida, para encontrar la energía más bella en mi, esa energía que nace o llega poco a poco cuando te conectas al corazón, a quien eres de verdad.
Os invito, como lo hice hace unos días a estas diez amigas, a que os sentéis, o tumbéis, para conectaros con vuestro corazón. Que le escuchéis. Si no sabéis cómo empezar, pedidle ayuda. Él os guiará, sólo hace falta que esa petición, esa intención que nazca, nazca, desde ahí, desde ese mismo corazón. Y que os hagáis conscientes de que la llave es el cuerpo, no la mente, o al menos, para mi. Entonces vuestro corazón latirá contento, como lo hizo el mío la primera vez, y el de todos los que se dan cuenta, de que él sabe el camino. Si no responde, si no te sacude un escalofrío a pesar de intentarlo una y otra vez, si no percibes un atisbo por ligero que sea de que algo está ocurriendo en ti, no te agobies, recorre cada parte de tu cuerpo, siente su peso en la superficie de donde estés, respira, imagina que tienes en tu pecho una bola de luz, habla con ella, llénala de cosas bonitas, pon música que te llene... Y si aún así sientes que no avanzas, puede que esos bloqueos hayan tapado un poco la entrada a ese camino y tus músculos se hayan entumecido, tu cuerpo se haya endurecido, y entonces necesites pedir ayuda.
Pídela, que sea el regalo de tu próximo cumpleaños.
Yo sólo puedo pedir, agradecida, que la Vida me muestre más magia... y ya puestos, que me mande la claridad necesaria para seguir haciendo mis deberes ;).
Un beso enorme
Rocío
Siempre me ha gustado que me feliciten cada 4 de diciembre. Me encanta cumplir años y tengo que decir que cada día me encuentro mejor, soy más feliz y tengo más recursos propios para superar aquello que de pequeña, y no tan pequeña, me hacía sufrir. He tomado perspectiva, he aprendido a priorizar, y sobre todo, a comprender que todo lo que me pasa es perfecto y necesario por duro o agotador que sea a veces encontrar su sentido, su para qué. Supongo que eso es la madurez.
Aún no he conocido a nadie que tenga una existencia, a los ojos humanos, sin dificultades. De un tipo o de otro. Me gusta la palabra trascender. Pues eso, que trascendidas estas dificultades, dispuesta a recibir las siguientes, ya me lo tomo de otra manera y llego a los 41 con alegría, menos prejuicios, casi ningún peso en la mochila y rodeada de personas a las que quiero. Hablo alto a riesgo de que me considere la Vida una chula de narices y me mande más de lo mismo en lugar de algo nuevo para seguir trascendiendo aquello que creía tener ya superado. Y se me llene la mochila de nuevo. Pero hasta para eso me he hecho chula, que antes de chula no tenía ni un pelo. Lo que tenía eran mil miedos, de esos que no te sirven para nada salvo para acabar exhausta y soltarlos, que la verdad, lo es todo. Porque ahora, miedo, miedo, creo que sólo tengo a no saber dar a mis hijos lo que ELLOS necesitan para sacar el máximo provecho a su vida, que son los únicos seres que dependen en exclusiva de mi (y de su padre). Y a ser a diario su mejor referente para que no se duerman, para que recorran un camino dentro de cada uno sin límites desde ahora y no lo descubran dentro de treinta años, a base de golpes.
Hace unos días convoqué a 10 mujeres. Nos juntamos, de la mano de Manu, osteópata y amigo, para aprender. Les explicaba, que el motivo de plantear este taller no era saber tratar a otra persona, hace falta mucho más que un taller para eso, pero sí para que pudiera ser un inicio, un despertar para algunas, una continuación para otras. Dentro de nosotros están todas las respuestas que buscamos fuera y Dios nos envía a diario miles de mensajes para que nos demos cuenta y salgamos del ruido. En cuanto alguien, conectado a su corazón, se conecta al nuestro, nos lleva al silencio más sagrado que existe, el silencio de la Verdad Absoluta, aquella que resuena con sentido dentro de cada uno. Así, se convirtió en un maravilloso encuentro, intercambio, humilde, sencillo y generoso, de sonrisas, lágrimas y corazones que se abrían tímidos y confiados al saberse en casa. Porque no consiste ya sólo en dejar la mente en blanco, en observar los pensamientos alejarse como nubes, abrazar el rencor o la ira... Porque entonces llega alguien que te invita a dar un paso más mientras te acompaña un tramo de la mano y antes de soltarte de nuevo, te susurra: Atrévete, valiente.
La verdadera enseñanza está en casa. Abre tu corazón y plancha esa camisa con amor, y que ese amor atraviese tus manos, y atraviese también su piel. Que ese amor lleve a otra persona a su propio despertar, y así se sucedan despertares en una infinita cadena. Todos somos canal. Todos podemos encontrar el equilibrio perfecto para dar y recibir amor. Aunque éste no sea nuestro mejor momento de dar aún, lo será al menos de recibir, que para recibir desde el corazón, hace falta una buena dosis de humildad también, puerta de entrada a esta cadena de energía, de seres humanos que saben que esta vida es mucho más de lo que nos han contado.
Espíritu que se encarna en un cuerpo, alma que lo habita, mente que olvida, corazón que sabe y grita, existencias que vagan en busca de lo que ya saben sin saber que lo saben... tiempo que estira recuerdos para hacerlos visibles ante nuestros ojos empañados por lágrimas de otras vidas que se presentan en ésta sin avisar, no a traición, sólo para enseñar...
Poetas de la noche, somos a veces.
Y mientras mantengamos en nosotros la postura y no queramos aceptar, con el pobre entendimiento que da la mente, mientras digamos que sufrimos para nada, o que otros lo hacen como excusa para no ser felices nosotros, ese recuerdo infinito se diluye y deja ante nosotros los problemas del día a día, ese jefe, esa pareja, ese hijos, ese trabajo, esa casa, esa pobreza... que nos absorbe en su bucle y nos hace sentir indefensos, culpables, víctimas, cansados, enfadados...
Olvidamos al llegar, amnesia que reconozco, amnesia que rechazo desde que tengo uso de razón porque me corroe y me llena, amnesia, fiel compañera tintada de negro en mi cabeza, que me hace saber que sé lo que no debo recordar aún para comprender más.
Amnesia, amiga ya, que me regala a cuenta gotas, a veces pequeñas, a veces grandes, dosis de magia en estado puro.
Anoche la decía a Manu: Manu, este es el mejor regalo de cumpleaños y de Navidad, hoy y siempre. Cuando eres pequeño sabes que la magia existe, después creces y crees que no, que se la llevaron los Reyes Magos en sus camellos ya vacíos de regalos. Hoy sé, de nuevo, que la magia existe, y que es aún mayor de lo que jamás creí. Esa misma magia que hace que en Navidad nazca Jesús de nuevo aunque nunca murió.
Reencuentras almas gemelas que viajan contigo a través del tiempo y del espacio.
Este fin de semana también viajé con mis amigas, a Huelva, a celebrar que somos amigas desde hace eso, 41 años. Y vivimos momentos de magia, en nuestras conversaciones, en nuestras risas y recuerdos, pero también en nuestros corazones. Practiqué con ellas lo que vino a despertar mi hijo en mi hace años, esa sensación en mis manos, en mi cuerpo... Buenos maestros en estos años me han ido enseñando a manejar sensaciones, a ahondar en ellas, a profundizar en prácticas que me han ayudado en muchos momentos, para dar paz a mis hijos cuando tosen, cuando lloran, cuando tienen mocos... Ahora Manu me guía en sus sesiones, con sus palabras llenas de enigma que tanto me divierten y aportan en este juego que para mi es la Vida, para encontrar la energía más bella en mi, esa energía que nace o llega poco a poco cuando te conectas al corazón, a quien eres de verdad.
Os invito, como lo hice hace unos días a estas diez amigas, a que os sentéis, o tumbéis, para conectaros con vuestro corazón. Que le escuchéis. Si no sabéis cómo empezar, pedidle ayuda. Él os guiará, sólo hace falta que esa petición, esa intención que nazca, nazca, desde ahí, desde ese mismo corazón. Y que os hagáis conscientes de que la llave es el cuerpo, no la mente, o al menos, para mi. Entonces vuestro corazón latirá contento, como lo hizo el mío la primera vez, y el de todos los que se dan cuenta, de que él sabe el camino. Si no responde, si no te sacude un escalofrío a pesar de intentarlo una y otra vez, si no percibes un atisbo por ligero que sea de que algo está ocurriendo en ti, no te agobies, recorre cada parte de tu cuerpo, siente su peso en la superficie de donde estés, respira, imagina que tienes en tu pecho una bola de luz, habla con ella, llénala de cosas bonitas, pon música que te llene... Y si aún así sientes que no avanzas, puede que esos bloqueos hayan tapado un poco la entrada a ese camino y tus músculos se hayan entumecido, tu cuerpo se haya endurecido, y entonces necesites pedir ayuda.
Pídela, que sea el regalo de tu próximo cumpleaños.
Un beso enorme
Rocío
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