Trabajo nuevo, gafas que desaparecen y duendes que nos enloquecen

Hola a todos,

Hoy me dice mi amiga Irene... ¿Te das cuenta de que Pipo (Pía le ha rebautizado) no va al cole porque no quiere? No está escolarizado aún. Sus hilos llegan hasta las altas esferas. Desde que ha nacido nos pasan cosas peculiares y no es la primera vez que Felipe y yo pensamos que es obra suya. El año pasado iba a un colegio privado con sus hermanas, le cogieron para sorpresa nuestra y fluimos para probar. No tenían los medios necesarios para ofrecerle el apoyo escolar que necesita ni los conocimientos y fueron dejando pasar el año hasta que en plena pandemia descubrí que no estaba aprendiendo nada y formaba parte del mobiliario de la clase. Aunque nos prometieron, a pesar de nuestras advertencias antes de hacer la matrícula, que lo tenían todo controlado,

Así, decidimos este año llevarle al colegio público, y con él, su hermana Pía. Ella ha entrado en uno cerca de casa desde ayer y él se despide de ella con la mano y sonrisa socarrona mientras me guiña el ojo en plan colega y planea qué documental en inglés de animales le voy a poner. No tengo tanto tiempo libre como antes,  si es que alguna vez lo he tenido entre limpieza y organización de casa, estudios de osteopatía, alguna sesión de reflexología y asuntos varios, aunque hago malabares para leer un rato con él y practicar a escribir con el ordenador cada mañana ahora que Pía está en el cole y nos deja. 

La super gran inmensa y feliz noticia es que no tengo tanto tiempo porque trabajo desde este mes de septiembre en la Fundación Bertín Osborne, como Directora. Un sueño hecho realidad porque cuando tomé la decisión de volver a España, Felipe lo hizo en junio, decidí también trabajar de nuevo, ahora que los niños son mayores y Pipo no depende tanto de mi. Fabiola y su equipo creyeron que yo era la persona adecuada para unirme y aportar mi experiencia como madre y mi pasado profesional en otras fundaciones. Me dejaron quedarme al menos un año más en Portugal, eran demasiados cambios para los niños en poco tiempo y suponía dejar también mis estudios y licenciatura, y trabajar desde casa. Yo me comprometí a cambio en ir a Madrid o donde hiciera falta para sacar adelante los proyectos que tenemos entre manos.

Tenía ideas que encajaban con las suyas y formas de entender la maternidad/paternidad cuando ésta se complica un "poco". O sea, la necesidad de ayudar a las familias y a simplificar su vida aportando información en temas legales, administrativos, médicos... pues ahora esta información está dispersa y es un caos, se pierde tiempo y dinero y sobre todo, se hace imposible cuidarte como "cuidador" para cuidar mejor a otros. Es más, cuidarte forma parte de la lista interminable de quehaceres que quedan pendientes y cargan más la mochila de la culpa.

Mi corazón cada vez lo tiene más claro. Qué necesario es ver a la persona más allá de su discapacidad. Mirar a los ojos a quienes más queremos y comprender que estamos hechos de lo mismo, que no podemos sustituir su voluntad con nuestras prisas y nuestros miedos, nuestra ignorancia y nuestra desesperación. Pero tampoco se nos puede pedir más de lo que hacemos si alguien no se ocupa de nosotros. Porque no somos Dios, y aunque seamos sus Hijos, tenemos límites terrenales que afectan a nuestro cuerpo físico aunque no afecten a nuestra alma, si ésta se manifiesta como debe. 

Hay algo más grande que comprenderemos cuando nos vayamos pero si hay algo que a día de hoy sé es que la discapacidad no es un obstáculo, y mira que se me ocurren muchos calificativos, pero no un obstáculo. Hablo en primera persona. A cada cual su percepción. La discapacidad, igual que un cáncer o una ruina económica, esto es, un problema de los gordos, es la oportunidad y la excusa perfecta para dejar de luchar a lo bonzo y comprender que no somos eternos, que hemos venido a aprender y crecer, a ser mejores personas cada día, a soltar, a dar amor y recibir amor y a la vez, a ser felices. 

La Fundación Bertín Osborne y Fabiola a la cabeza, con su equipo hasta aquí, no ha perdido el foco ni un momento en este sentido. Y es un gustazo unir nuestras fuerzas ahora para ayudar a las familias, para ayudarnos a nosotras, familias (padres, madres, hermanos, abuelos...) y a la sociedad en general a romper las berraras que trae consigo la incertidumbre y lo desconocido. La información empodera y nos permite crear de nuevo una forma de vida aunque sea en base a unos cimientos nuevos. 

Abrirnos, flexibilizarnos, apoyarnos, acompañarnos... saber que las familias no estamos solas aunque muchas veces lo parezca. 

En nada os cuento más sobre nuestras próximas iniciativas.

Y sobre mi vida personal, Gabriela me preguntaba el otro día por Instagram que si me pasaba algo, que echaba de menos mis escritos. Estoy desaparecida en combate, sabed que estoy bien, estamos bien, y que tras un año y medio de pandemia, de no coles, de caos por mil razones (caos fuera, que dentro lo sigo teniendo todo bastante claro) estamos a tope. Pipo aplica su magia como siempre, ya veis, y las niñas crecen y me regalan ser su madre cada día.  

Sigo con mis estudios de osteopatía, aún no he ido por clase, los exámenes empezarán en diciembre y estudiaré de noche, como ya me tocó hacer el año pasado y como hacen tantas personas que persiguen sus sueños con máxima ilusión, los logren o no. Es la única manera de descubrir adónde te lleva el camino y si éste tiene otras bifurcaciones, ricas en matices, seguro. 

Estuve en Madrid con Javi, el osteópata cabecera de Felipón desde que nació como sabéis y repito siempre, y le está recolocando la espalda, completamente desequilibrada por su mala postura para encontrar el equilibrio y su espacio. Con idea de trabajar en sus sesiones también el lenguaje, tocando las áreas en el cerebro que lo controlan. Maravilloso cuerpo humano.

Total, que seguimos explorando como vosotros el misterio de la vida con gafas empañadas. De hecho ya me he acostumbrado y hasta veo algunos detalles más nítidos cuando menos me lo espero. Hablando de gafas, hay un duende en casa que pierde las de Felipón, van dos en muy poco tiempo. Se las dejo puestas y al cabo de unos minutos ya no están sobre su nariz y no hay rastro de ellas alrededor, ni en la basura donde ayer las busqué ya en la máxima desesperanza. Candela le pregunta muy mona a Pipo que dónde las ha dejado, que si se las ha quitado, que donde ha estado... y él responde cosas que nos generan dudas sobre si es un ser aterrizado de las estrellas, como tiene pinta, o nos está tomando el pelo. Duendes y Felipón, combinación perfecta dentro de esos episodios mágicos que me han creer en ellos y en otras mil cosas más. También en los Reyes Magos. Y en el ángel de la guarda. Unos cachondos todos. 

Besos y abrazos

Rocío

PD.: El 14 de octubre nos juntaremos muchas madres (y a lo mejor con suerte algún padre) a tomar unos vinos en Madrid. Todos tenemos en común un hijo con discapacidad, dificultad... Compartimos un chat maravilloso y lleno de respeto. Ya es hora de ponernos cara y echarnos unas buenas risas si es posible. 

Comentarios